oga Pranala fue un cursos de 200 horas que me permitió conectar con la naturaleza y a conocerme a mi misma.
Hoy quiero compartir mi viaje y experiencia en Bali. Lo recuerdo con muchísima intensidad, cada detalle, cada sensación.
Recuerdo cuando me embarqué rumbo a Ubud, la ciudad que me acogió durante más de 22 días, lo emocionada que estaba, los nervios, las ganas.
Fue en el verano de 2017 cuando llegué a uno de los cursos más intensos que he realizado hasta hoy.
Fui para allá para formarme como profesora de Yoga Pranala. Un curso de 200 horas donde las jornadas eran de más de 12. Muy intenso, tanto física como mentalmente.
Además, la barrera del idioma me lo puso un poquito más difícil, pero di todo de mí y pude realizar mis exámenes y preparar clases en inglés sin ningún problema.
El curso estaba certificado por la Yoga Alliance y era único y exclusivo para aquellos que llevásemos más de 7 años practicando Yoga y quisiéramos aprender a dar clases y profundizar en Yoga Pranala. Allí nos congregamos nacionalidades de todas partes del mundo: Canadá, Francia, Dubai, Alemania, Australia, Noruega, Turquía, Argelia, Estados Unidos, Inglaterra, Austria. Lo que hizo que la experiencia y mi viaje fuera muchísimo más enriquecedor. Conocí a 16 compañeros maravillosos y que ahora somos amigos y hemos formado nuestra “familia balinesa”.
Metiéndonos más en materia, aprendí a conocerme a mí misma, mis fortalezas pero también mis debilidades. Un curso tan intenso, en el cual has de dar todo de ti, te deja exhausta. Muchas horas, muchos conocimientos, mucha meditación, en inglés… Fue una mezcla de agotamiento, bloqueo y satisfacción.
Pero me sentí infinitamente agradecida por todo, por mi maestra, mis compañeros, todo lo que allí aprendí aunque por momentos, sentía en los últimos días que no había aprendido nada. Malas pasadas que te juega el agobio, el cansancio… Pero se queda dentro de tu alma y con el tiempo, sale de una misma sin ni siquiera pensarlo. Esos conocimientos están ahí e impartiendo Yoga salen inconscientemente, como si siempre hubieran estado contigo.
Fue maravilloso aprender con una conexión tan fuerte con la naturaleza, unas vistas idílicas, los días calurosos que son los que más me gustan (por si no lo saben, soy canaria y el frío lo llevo regular :P) y compartir tanto con personas de todo el planeta.
A día de hoy, siento agradecimiento por todas las experiencias que allí viví y en cada clase que imparto, cómo sienten mis alumnos y cómo me lo transmiten con sus caras de satisfacción. A mí eso me da una energía indescriptible, maravillosa, única.
Gracias a mis experiencias, hoy soy quien soy, tanto personal como profesionalmente y mediante el Yoga Facial puedo sentirme muy afortunada de mi día a día y de cómo siento que ayudo a otras personas con la sabiduría que he ido cosechando.
Y gracias a ti por leerme en este post. Nos vemos muy pronto en otro pasaje del camino que he seguido hasta llegar al día de hoy. Os invito a que me contéis vuestra historia con el Yoga, cómo está hoy presente en vuestras vidas y cómo habéis llegado hasta ahí.